Estamos en vísperas de Semana Santa. Un año más la Iglesia nos invita a vivir con hondura los misterios de la Pasión, Muerte y Resurrección del Señor. Vivir la Semana Santa hoy no es fácil. Son muchos las ofertas con que trata de seducirnos la sociedad consumista en que vivimos. Por ello, vivir hoy con seriedad y provecho espiritual estos días santos es más meritorio. En el Triduo Pascual vamos a actualizar los misterios centrales de nuestra fe. Preparémonos para vivirlos reconciliándonos con Dios y con nuestros hermanos en el sacramento de la penitencia. Busquemos espacios amplios para el silencio, la reflexión y la oración contemplativa.
Agradezcamos al Señor la institución del sacramento de la Eucaristía en el Jueves Santo y visitémoslo con piedad y fervor en los monumentos. Vivamos con gratitud inmensa la liturgia del Viernes Santo y abramos nuestro corazón para que la sangre de Cristo sane nuestras heridas, nos convierta, nos salve y nos libere de nosotros mismos y del pecado. Participemos también en la Vigilia Pascual. La Semana Santa no concluye en el Calvario, sino en la mañana radiante de Pascua, cuando Cristo, rotas las cadenas de la muerte, asciende victorioso del abismo. Unámonos al Aleluya exultante de la Iglesia que celebra la resurrección del Señor, la verdad central de nuestra fe, el fundamento más firme de nuestra esperanza y la seguridad más cierta de que el objeto de nuestro amor vive, pues su Padre lo ha resucitado.
Acompañemos al Señor con recogimiento y sentido penitencial en las procesiones de nuestra Semana Santa, que no son primariamente manifestaciones culturales, ni espectáculos de interés turístico, sino expresión de la religiosidad de nuestro pueblo y manifestaciones de piedad y fervor. Ni las procesiones, ni las imágenes, ni sus pasos, ni sus tronos suplen la riqueza de la liturgia del Triduo Pascual. Es más, tienen sentido si son consecuencia de la participación fervorosa en la liturgia y la suponen.
Desde esta perspectiva, no celebrarán la Semana Santa como la Iglesia desea, quienes se limiten a participar activa o pasivamente en las procesiones si no entran en el núcleo de lo que la Iglesia celebra y actualiza. De la misma forma, cuando las manifestaciones de la religiosidad popular distraen de la celebración litúrgica de la Pascua del Señor o sólo buscan un interés turístico, cultural o costumbrista, se convierten en mero espectáculo sin entraña, cuando no en una adulteración de los misterios santos que en estos días celebramos.
Dios quiera que vivamos estos días con autenticidad. Dios quiera que favorezcan nuestro encuentro personal con Jesucristo, que transforma nuestras vidas, si nosotros nos dejamos transformar por la eficacia de su sangre redentora. Ojala que quien resucita para la Iglesia y para el mundo en la Pascua florida, resucite sobre todo en nuestros corazones y en nuestras vidas. Sólo así experimentaremos la verdadera alegría de la Pascua.
Este es mi deseo para todos los cristianos de la Diócesis, con mi saludo fraterno y mi bendición. ¡Feliz y religiosa Semana Santa!
Mons. Juan José Asenjo Pelegrina,
Obispo de Córdoba